Lo prometido es deuda. Aquí os dejo las citas que os mencionaba en el post anterior del libro: 'De Qué Hablo Cuando Hablo de Correr' de Haruki Murakami.
Pain is inevitable. Suffering is optional, el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional
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Debo decir que soy más bien de los que prefieren estar solos. O, para expresarlo con mayor precisión, yo soy de esos a los que no les produce tanto sufrimiento el hecho de estar solos.
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Al menos cuando corría no tenía que hablar con nadie ni que escuchar a nadie. Bastaba con contemplar el paisaje que me rodeaba y mirar hacia mi interior. Eran momentos preciosos e insustituibles.
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Las heridas incurables que recibe el corazón son la contraprestación natural que las personas tienen que pagar al mundo por su independencia.
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Mientras corro, tal vez piense en los ríos. Tal vez piense en las nubes. Pero, en sustancia, no pienso en nada. Simplemente sigo corriendo en medio de ese silencio que añoraba, en medio de ese coqueto y artesanal vacío. Es realmente estupendo. Digan lo que digan.
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Y es que la escuela es un lugar en el que se entra, se aprende algo y se sale. [...] Lo más importante que aprendemos en ella es que las cosas más importantes no se pueden aprender allí.
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En última instancia, tal vez sólo pueda afirmarse una cosa: que quizá la vida sea así. Y que quizá no nos quede otra opción que aceptarla sin más, tal cual, sin buscar circunstancias ni motivos. Como los impuestos, las subidas o bajadas de las mareas, la muerte de John Lennon o los errores arbitrales en el Mundial de Fútbol.
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Se dice que, al correr, cada vez que apoyamos los pies transmitimos a las piernas un impacto equivalente al triple de nuestro peso corporal. Eso lo repetimos unas diez mil veces al día. Y ahí, entre el duro hormigón del piso y esa irracional carga de peso (por más que las zapatillas incorporen elementos amortiguadores), están nuestras rodillas, aguantando firme y silenciosamente.
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Y, a veces (si todo va bien), podemos aprender que lo que de veras da calidad a la vida no se encuentra en cosas fijas e inmóviles, como los resultados, las cifras o las clasificaciones, sino que se halla, inestable, en nuestros propios actos.
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Y, a menudo, las cosas verdaderamente valiosas son aquellas que sólo se consiguen mediante tareas y actividades de escasa utilidad. Tal vez sean tareas y actividades vanas, pero jamás estúpidas.
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Los tiempos individuales, el puesto en la clasificación, tu apariencia, o cómo te valore la gente, no son más que cosas secundarias.
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